Pocas aventuras ponen a prueba el espíritu como el trekking en el Monte Rinjani, un volcán activo y uno de los picos más emblemáticos de Indonesia. Para Johnny, un viajero experimentado y blogger, esta no era una caminata cualquiera: era el cierre perfecto para un viaje gratificante por el sudeste asiático. Tras finalizar un proyecto de voluntariado en Bali, él y su grupo de seis amigos estaban listos para desafiarse a sí mismos con la caminata de 2 días y 1 noche hacia el borde del cráter del Monte Rinjani.
El viaje comenzó en Senaru, donde el grupo fue recibido por el aire fresco de montaña y las vistas expansivas de los verdes paisajes de Lombok. Aunque el camino prometía ascensos empinados y agotamiento físico, también ofrecía la promesa de vistas impresionantes y la satisfacción de llegar al borde del cráter, donde la fuerza bruta de la naturaleza se encuentra con la serenidad.
El Ascenso Comienza
Después de un desayuno temprano en Senaru, el grupo partió a las 7:30 a. m., con la emoción apenas enmascarando los nervios que llevaban dentro. El sendero no tardó en mostrar sus desafíos. Desde el principio, la subida era empinada: un ascenso implacable que dejó incluso a los más en forma sin aliento. El espeso dosel del bosque ofrecía algo de alivio del sol tropical, y el ocasional crujir de las hojas y los llamados lejanos de los pájaros hacían que la caminata se sintiera viva con la naturaleza.
A media mañana, el grupo llegó a su primer punto de descanso importante. Allí, los porteadores —verdaderos héroes de la caminata— prepararon una abundante comida de fideos fritos y fruta fresca. Su eficiencia era asombrosa; en cuestión de minutos, una cocina improvisada emergió, produciendo deliciosas comidas con suministros básicos. Esta pausa fue más que un descanso; fue una oportunidad para crear lazos, compartir risas y reunir fuerzas para el camino que les esperaba.
El último empuje hacia el borde del cráter
Tras continuar después del almuerzo, el sendero comenzó a cambiar. El denso bosque dio paso a una sabana abierta, donde la intensidad del sol puso a prueba su resistencia. Ahora, la altitud se convertía en un factor, con un aire más delgado que hacía cada paso más laborioso. El tramo final hacia el borde del cráter, conocido como “las tres colinas de la desesperación”, puso a prueba la determinación del grupo. El terreno era rocoso, y las inclinaciones empinadas parecían interminables.
Pero entonces, justo cuando la fatiga amenazaba con vencer sus espíritus, el borde del cráter apareció a la vista. Fue un momento de triunfo. De pie a 2,639 metros, el borde del cráter reveló la impresionante belleza de Segara Anak, el lago en forma de media luna incrustado en la caldera del volcán. Las nubes flotaban suavemente sobre el agua, creando una escena tan surrealista que parecía sacada de un sueño.
Una noche por encima de las nubes
El campamento en el borde del cráter ofreció un merecido descanso. Mientras los porteadores montaban las tiendas y preparaban la cena, Johnny y sus amigos aprovecharon la oportunidad para explorar el borde del cráter. A pesar de que las nubes oscurecían la toma perfecta que esperaban, la vista no dejaba de ser mágica. Cuando el sol se hundió bajo el horizonte, pintando el cielo con tonos de naranja y púrpura, el grupo compartió un momento de gratitud en silencio.
La cena fue sencilla pero satisfactoria: una mezcla de arroz, vegetales y pollo que sabía mucho mejor que cualquier cosa cocinada al nivel del mar. Al caer la noche, la temperatura descendió abruptamente, y el grupo se abrigó con todas las capas que habían traído. La noche era fría, casi helada, pero el cielo despejado, lleno de incontables estrellas, lo compensó. Era un recordatorio de lo lejos que habían llegado, y de lo lejos que estaban de la civilización.
El descenso matutino
La mañana siguiente comenzó temprano, con un desayuno rápido antes del descenso. Johnny dio un último paseo hasta el borde del cráter para absorber la vista. Sin las nubes de la tarde, la caldera estaba cristalina, y el lago reflejaba el sol naciente como un enorme espejo. Fue la despedida perfecta de la montaña.
El descenso, aunque más fácil para los pulmones, fue un desafío en sí mismo. Los caminos empinados y polvorientos requerían pasos cuidadosos, y el grupo avanzó con cautela para evitar resbalones. A media mañana, llegaron a la base, donde su conductor los esperaba para llevarlos al puerto rumbo a su próxima aventura en las Islas Gili. Para las 5 p. m., el grupo estaba tomando cócteles en la playa, un final apropiado para su caminata.
Reflexiones sobre el Trekking
Para Johnny, la caminata de 2 días y 1 noche hacia el borde del cráter del Monte Rinjani fue más que una simple caminata. Fue un viaje de perseverancia, camaradería y descubrimiento. Desde los senderos empinados hasta la fría noche en el borde, cada desafío fue enfrentado con determinación y recompensado con momentos de pura belleza.
La caminata reforzó una simple verdad: la grandeza de la naturaleza se aprecia mejor cuando se gana con esfuerzo. Para cualquiera que esté considerando escalar el Monte Rinjani, el consejo de Johnny es claro: prepárate bien, abraza la lucha y tómate el tiempo para saborear cada momento. Al final, no se trata solo de alcanzar el borde del cráter; se trata de los recuerdos creados en el camino.