Contra todo pronóstico: el ascenso desafiante de una escritora al Monte Rinjani

Ready to Go?

Michelle Della Giovanna, la voz detrás del blog de viajes Full Time Explorer, siempre había soñado con llegar a la cima de una montaña. Era el tipo de desafío que llamaba a su espíritu aventurero, un ítem en su lista de deseos que requería resiliencia, determinación y un toque de locura. Pero ninguna cantidad de inspiración la habría preparado para la ardua prueba que se convertiría en la caminata al Monte Rinjani.

Antes de la subida: una anticipación inquieta

La travesía comenzó bajo el manto de estrellas a las 2 de la mañana, con Michelle despertando sobresaltada por el sonido de voces y el destello cegador de una linterna atravesando su tienda de campaña. Se puso toda la ropa que tenía, preparándose para enfrentar el frío penetrante que se colaba en sus huesos. A su alrededor, el borde del cráter vibraba con el murmullo de otros excursionistas, igualmente adormilados pero impulsados por un propósito compartido. Ese día intentarían alcanzar la cima del Monte Rinjani, el segundo volcán más alto de Indonesia.

El plan era simple en papel, pero brutal en ejecución: ascender 1,027 metros a través de ceniza volcánica y roca antes del amanecer. La cima se alzaba como una promesa distante, pero el sendero para llegar allí ya había sido descrito como implacable. Las palabras de amigos y extraños resonaban en su mente: “Es la caminata más difícil que jamás harás” En ese momento, no entendía completamente lo que significaban, pero estaba a punto de descubrirlo.

Etapa I: Hacia la oscuridad

El primer tramo del sendero fue una batalla constante. Con su linterna iluminando solo los pies de la persona frente a ella, Michelle se enfocó en un pequeño objetivo: igualar sus pasos. El suelo bajo sus pies era una mezcla suelta de ceniza volcánica que hacía que cada paso pareciera inútil. Avanzaba solo para deslizarse casi hasta el punto de partida, como si intentara subir un elíptico hecho de polvo. Sus piernas protestaban a gritos.

El aire lleno de ceniza se hacía más denso por la constante corriente de excursionistas delante, cuyas botas removían el suelo en nubes de polvo. A través de la neblina, Michelle levantó la vista y vio una imagen surrealista: luces de linternas que se extendían interminablemente hacia el cielo nocturno, como estrellas en un alambre celestial que conducía hacia arriba. Era hermoso y desmoralizante al mismo tiempo.

Su momento de asombro fue interrumpido por un aterrador accidente. Una chica de su grupo perdió el equilibrio sobre una roca y resbaló peligrosamente hacia el borde. Durante unos segundos de infarto, su vida dependió del agarre de su novio y un guía cercano. Michelle observó sin aliento mientras la ponían a salvo. La chica se secó las lágrimas, se levantó y continuó, un recordatorio aleccionador de cuán implacable podía ser la montaña.

Etapa II: El filo de la navaja

Después de lo que pareció una eternidad, Michelle superó la primera gran sección y fue recibida por un sendero plano que se extendía frente a ella. Sintió alivio mientras comenzaba a caminar por terreno nivelado, recuperando al fin el aliento. Pero la tregua fue breve. Mientras su linterna iluminaba el sendero, se dio cuenta de que caminaba por una cresta precaria, con nada más que una oscuridad infinita a cada lado. El mundo parecía caer en un abismo, y el viento azotaba su cuerpo, drenando el poco calor que le quedaba.

Su guía, Adi, permaneció cerca, una presencia constante en la oscuridad. Esperaba, inútilmente, que si el viento la arrojaba, él de alguna manera pudiera atraparla. La idea la hizo reír, una pequeña grieta en la armadura mental que intentaba desesperadamente mantener.

Etapa III: El último esfuerzo


El terreno plano desapareció, reemplazado por una empinada y escarpada subida. La ceniza volcánica ahora se mezclaba con grava, haciendo de cada paso una lucha. Michelle cayó sobre sus manos y rodillas, luchando por mantenerse erguida. Su grupo se adelantó, sus siluetas desapareciendo en la oscuridad. Se quedó sola con sus pensamientos y un creciente sentimiento de desesperación.

Contar pasos se convirtió en su estrategia. “Cinco más”, susurraba. Luego, “Cuatro”. Eventualmente, incluso dos pasos parecían insuperables. Cuando su grupo desapareció por completo, les dijo que siguieran sin ella. Un grupo más lento pasó, y ella se unió a ellos, sincronizando su ritmo con el del guía. Era todo lo que podía hacer para seguir adelante.

La cima parecía tentadoramente cercana, pero cuando preguntó cuánto faltaba, la respuesta destrozó su resolución: “Una hora. Tal vez más”. Se desplomó en la ceniza, levantando polvo como humo. Quería rendirse. Cada músculo le pedía que se detuviera, y la idea de continuar parecía imposible. Pero Adi se negó a dejarla abandonar.

“Vamos”, dijo, con un tono firme pero amable. Extendió una mano, y con reticencia, Michelle la tomó.

Una cima duramente ganada

El tramo final de la subida fue una batalla de voluntad. Los ánimos y la guía constante de Adi se convirtieron en su salvavidas. En un momento, le entregó su bastón, dándole el apoyo extra que tanto necesitaba. Lentamente, dolorosamente, se acercó a la cima. Lágrimas llenaron sus ojos, no por emoción, sino por puro agotamiento.

Cuando finalmente llegó a la cima, Michelle ni siquiera pudo procesar el momento. Se dejó caer al suelo, demasiado cansada para celebrar. Adi, siempre atento, tomó fotos de ella sosteniendo el cartel de la cima, capturando el momento por el que había luchado tanto. Gradualmente, se giró para contemplar la vista.

El mundo estaba bañado en tonos pastel, el amanecer proyectando colores rosados y dorados sobre las nubes debajo. El lago del cráter brillaba en un azul tan vívido que parecía irreal. Los picos escarpados del Monte Rinjani se extendían hasta el horizonte, recortados contra el cielo. En ese momento, todo el dolor, la duda y la lucha desaparecieron. Lo había logrado.

Reflexiones sobre el Viaje

El ascenso de Michelle al Monte Rinjani no fue solo un logro físico, sino un testimonio del poder de la perseverancia y el espíritu humano. Fue un viaje a través de la oscuridad, tanto literal como metafórica, que puso a prueba sus límites y la recompensó con una vista inolvidable. Sentada en la cima, sintió una conexión profunda con el mundo que la rodeaba y consigo misma.

Al comenzar el descenso, Michelle sabía una cosa con certeza: esta no era solo una historia para su blog. Era un momento definitorio, uno que llevaría consigo por el resto de su vida. El Monte Rinjani la había desafiado de todas las maneras posibles, y ella había respondido al desafío. Al final, dejó la montaña no solo con piernas doloridas, sino con un renovado sentido de fortaleza y propósito.

Book This Trek

Are you inspired? Ready for an adventure of your own?
Book this same trek, or choose from the many other experiences of a lifetime!

Most Popular

Related Posts

More Experiences

Eugene conquistó el Monte Rinjani, un testimonio de su pasión volcánica. La desafiante caminata, con sus impresionantes vistas del cráter, lo dejó maravillado y renovado.