Para Antonette, una aventurera apasionada y la voz detrás de We12Travel, escalar el Mt. Rinjani en Indonesia no fue solo otro trekking, sino la realización de un sueño de años. La semilla se sembró en 2011 durante un viaje de senderismo en Nueva Zelanda, cuando un compañero de viaje compartió fotos impresionantes de la belleza agreste del Rinjani. Sin embargo, la vida, la logística y el momento retrasaron sus planes hasta septiembre, años después, cuando finalmente la oportunidad se alineó. Esta es la historia de su trekking de 3 días/2 noches al pico y al lago, una historia de coraje, determinación y el poder transformador de la naturaleza.
Procrastinación y preparación
El camino de Antonette hacia el Mt. Rinjani no fue directo. Dudó, vaciló y estuvo a punto de dejar pasar la oportunidad. A pesar de una rutina de preparación sólida—ejercicios en el gimnasio, caminatas en Alaska y un exitoso ascenso al Mt. Batur en Bali—la duda se apoderó de ella. Un episodio de bronquitis en Gili Air sumó más ansiedad, y por un tiempo, la playa parecía una opción mucho más segura y cómoda. Pero Antonette no es de las que dejan que el miedo dicte sus aventuras. Con el aliento de sus amigos y una resolución firme, reservó su trekking y se preparó para lo que sería su primer trekking en solitario de varios días.
Día 1: El primer ascenso
El trekking comenzó al amanecer, con Antonette uniéndose a su grupo: dos alemanes en excelente forma, Renate y Ulrich. El ascenso inicial desde la base de la montaña hasta el borde del cráter cubrió 1,500 metros de desnivel en seis arduas horas. El sendero alternaba entre densos bosques y empinadas pendientes abiertas, ofreciendo vistas del desafiante cráter envuelto en nubes. A mediodía, la realidad del trekking al Mt. Rinjani se hizo presente. El aumento de altitud era implacable, y la temperatura cayó considerablemente a medida que el grupo ascendía. A pesar de sus mejores esfuerzos, Antonette no pudo seguir el ritmo de sus compañeros y decidió tomarse su propio tiempo. Su guía, un hombre experimentado con más de 20 años de trekking en volcanes, permaneció a su lado, ofreciéndole palabras de aliento: “Puedes hacerlo, señorita. Veo tu paso—¡eres fuerte!” Al llegar al borde del cráter, fue recibida por un mar de nubes que cubría el turquesa Lago Segara Anak debajo. Aunque las vistas eran limitadas, Antonette sintió una inmensa sensación de logro al meterse en su saco de dormir esa noche, exhausta pero orgullosa.
Día 2: El empuje al pico
El llamado de despertar llegó a las 1:49 a.m. Estaba completamente oscuro, hacía un frío intenso y el pico esperaba. Abrazada a su equipo más cálido, Antonette ajustó su linterna frontal y comenzó el empinado ascenso. La primera hora se sintió casi vertical, la segunda más nivelada, pero la tercera fue una lucha implacable sobre la arena volcánica suelta—un terreno infame entre los excursionistas por su frustrante sensación de “dos pasos adelante, un paso atrás”. Sus compañeros alemanes avanzaron rápidamente, dejando a Antonette para que luchara contra la montaña a su propio ritmo. A los 3,300 metros, estuvo a punto de rendirse. El viento aullaba, sus manos estaban entumecidas y la arena suelta parecía decidida a arrastrarla de vuelta. Su guía permaneció cerca, recordándole lo lejos que había llegado. “Solo una hora más”, se dijo a sí misma. Parecía una eternidad, pero siguió adelante, gateando en ocasiones, hasta que finalmente, el pico se hizo visible.
Alcanzando la Cima
Después de cuatro horas de escalada implacable, Antonette llegó a la cima del Mt. Rinjani. A 3,726 metros sobre el nivel del mar, se encontraba por encima de las nubes. La euforia de alcanzar su objetivo hizo que se le llenaran los ojos de lágrimas. “Hola, papá,” susurró al cielo, sintiendo una profunda conexión con su difunto padre, como si estuviera un poco más cerca de él allí arriba. El pico era impresionante. El horizonte brillaba con los colores del amanecer y el mundo debajo era un lienzo de nubes, montañas y cielo. Antonette sostuvo la icónica señal de “Puncak Rinjani”, una sonrisa se extendió por su rostro a pesar del frío cortante. “Lo acabo de hacer,” pensó. “Estoy en el cielo.”
El descenso y los desafíos del segundo día
Descender desde la cima fue un desafío por sí mismo. La arena volcánica creó una sensación de deslizamiento que Antonette describió como “patinaje volcánico.” Estaba polvorienta, caótica y exigente para las piernas. Cuando regresó al borde del cráter, estaba completamente agotada, pero el día aún no había terminado. Después del desayuno, el grupo comenzó el descenso hacia el lago y las aguas termales. El sendero rocoso ofreció algo de alivio de la arena, y la promesa de sumergirse en las cálidas aguas minerales mantuvo a Antonette en movimiento. En el lago, rodeada por la majestuosidad de la caldera del Mt. Rinjani, se lavó el polvo y la fatiga, disfrutando de un raro momento de tranquilidad. Pero el día no había terminado. El ascenso al segundo campamento fue cuesta arriba, una prueba tanto de resistencia mental como física. Cada paso enviaba sacudidas de dolor por sus piernas cansadas. Las lágrimas fluían mientras se apoyaba en su guía para continuar, empujando a través de la agotadora fatiga para llegar al campamento aislado justo antes del atardecer.
El último día
El último día comenzó con una sensación agridulce. El trekking estaba llegando a su fin, pero el descenso final aún se avecinaba. El sendero serpenteaba a través de densos bosques y empinados caminos arenosos. Al principio, Antonette luchó por encontrar su paso, pero a medida que descendía, surgió un nuevo ritmo. Se movió más rápido, rebotando sobre las raíces de los árboles y deslizándose sobre la tierra como una niña en un parque infantil. El bosque ofreció una sensación de soledad que no había experimentado en días. Los monos observaban curiosos desde los árboles, y los sonidos de la jungla reemplazaron la charla de otros excursionistas. Cuando finalmente llegó a la base, Antonette sintió una oleada de orgullo y alivio.
Reflexión sobre el viaje
Escalar el Mt. Rinjani fue tan agotador como Antonette había imaginado. Los desafíos la pusieron a prueba de formas que no había anticipado, pero las recompensas fueron incomparables. El pico, el lago, la camaradería de su grupo y los momentos tranquilos en el bosque se combinaron para crear una experiencia que nunca olvidará. Para cualquier persona que considere hacer el trekking al Mt. Rinjani, el consejo de Antonette es simple: prepárate bien, ve a tu propio ritmo y abraza el viaje. No se trata solo de llegar a la cima, sino de descubrir de lo que eres capaz en el camino.