Para Pete R., un ávido viajero solitario y fotógrafo con más de una década de exploración a sus espaldas, el trekking en el Mt. Rinjani fue un rito de paso. Conocido por sus impresionantes vistas y senderos extenuantes, escalar el Mt. Rinjani puso a prueba la resistencia de Pete, desafió sus límites y reafirmó su amor por la aventura. Esta es la historia de su trekking 3D/2N hasta el Cumbre y el Lago, un viaje inolvidable por el segundo volcán más alto de Indonesia.
La Preparación para el Desafío
Al empacar para la aventura, Pete se ajustó a su filosofía minimalista, llevando solo lo esencial. Su mochila contenía zapatos de senderismo, camisas transpirables, una chaqueta ligera y su confiable equipo fotográfico. Aunque su carga era ligera, estaba llena de intención, un reflejo de los años de sabiduría viajera de Pete. Pero ninguna preparación podría haberlo preparado para los desafíos mentales y físicos del trekking en el Mt. Rinjani.
Pete aterrizó en Lombok con sus amigos, emocionado pero aprensivo. Pasaron la noche en un hotel cerca del inicio del sendero, y una sesión informativa temprano por la mañana marcó el tono para lo que les esperaba. Los guías explicaron los desafíos de la ruta y dieron un recordatorio contundente: el Mt. Rinjani no es un trekking para los débiles de corazón.
De Sembalun al Crestón
El viaje comenzó en Sembalun con un ascenso por una pradera abierta. Las primeras horas fueron casi relajadas, un comienzo engañoso para lo que se convertiría en una ardua subida. Pete y su grupo hicieron una breve pausa en Pos 1, donde emergieron las primeras señales del terreno formidable del Rinjani.
A mediodía, el sendero se empinó, convirtiéndose en ceniza volcánica que se pegaba a sus botas y resbalaba bajo sus pies. El sol caía sin piedad, haciendo que cada paso fuera una prueba de resistencia. Después de casi ocho horas de caminata, llegaron a su campamento en el borde del cráter. Las vistas desde el crestón—el Lago Segara Anak abajo y la cumbre elevándose por encima—borraron momentáneamente el agotamiento del día.
Cuando el sol se ocultó tras el horizonte, Pete admiró el universo sobre él. A pesar de las preocupaciones por el brillo de la luna, la Vía Láctea se mostró, un lienzo brillante contra el cielo oscuro. Con su cámara y trípode, Pete capturó la escena, un recordatorio de la belleza encontrada en la lucha.
El Empuje Final hacia la Cima
El día comenzó en plena noche. A las 2 a.m., armados con linternas frontales y capas de ropa abrigada, Pete y sus compañeros comenzaron el ascenso hacia la cumbre. La grava volcánica hizo que cada paso fuera un ejercicio de persistencia—dos pasos hacia adelante, uno resbalando hacia atrás. El aire delgado dificultaba la respiración, y Pete luchaba por mantener su ritmo.
En la cuarta hora, justo antes de llegar a la cumbre, Pete se encontró con un muro. Exhausto y luchando contra la altitud, consideró dar la vuelta. Sentado sobre una roca, se sumió en un breve y involuntario sueño, solo para ser despertado por su guía. Animado por sus amigos y motivado por pura fuerza de voluntad, Pete encontró la fuerza para continuar.
Finalmente, después de cinco agotadoras horas, Pete se encontraba en la cima del Mt. Rinjani. La luz dorada del amanecer bañaba las islas cercanas de Bali y Sumbawa, y el lago del cráter brillaba lejos abajo. Fue un momento de triunfo y reflexión—una recompensa duramente ganada por un ascenso arduo.
La Decisión de No Ir al Lago
Aunque eufórico en la cumbre, el estado físico de Pete se deterioró conforme avanzaba la mañana. Fuertes dolores estomacales lo obligaron a descender antes que el grupo. El terreno volcánico empeoró su malestar, y cada paso hacia abajo fue como una maratón.
De regreso al campamento, el grupo tomó una difícil decisión. Exhaustos y enfrentando problemas de salud colectivos, optaron por saltarse el lago y pasar otra noche en el crestón. Para Pete, la idea de descender más ese día le parecía imposible, y aceptó la oportunidad de descansar.
El Descenso Final
El último día comenzó con una sensación de determinación. Aunque los problemas estomacales persistían, Pete estaba decidido a terminar el trekking. Los guías ofrecieron cargar su mochila y le proporcionaron bastones de trekking, lo que alivió su incomodidad y le permitió recuperar algo de ritmo.
El descenso hacia Senaru fue un largo y agotador trayecto a través de densos bosques tropicales. El sendero empinado puso a prueba sus piernas ya fatigadas, y el grupo tomó frecuentes descansos para descansar e hidratarse. Cuando llegaron al final del sendero, el agotamiento se mezcló con la sensación de alivio.
Reflexiones sobre el Mt. Rinjani
Al reflexionar sobre la experiencia, Pete describió la subida al Mt. Rinjani como uno de los desafíos más difíciles que jamás había enfrentado. La combinación de altitud, terreno volcánico y esfuerzo físico lo convirtió en un trekking como ningún otro. Sin embargo, el sentido de logro y las vistas impresionantes hicieron que cada paso extenuante valiera la pena.
Para Pete, el trekking en el Mt. Rinjani no fue solo sobre alcanzar la cumbre, sino sobre resiliencia, camaradería y encontrar belleza en la lucha. Su viaje sirve tanto de inspiración como de advertencia: prepárate meticulosamente, respeta la montaña y abraza la imprevisibilidad de la aventura.
Mientras Pete subía a un ferry hacia Gili Trawangan, su cuerpo maltrecho pero su espíritu elevado, llevaba consigo los recuerdos indelebles del Mt. Rinjani—un viaje de coraje, crecimiento y gratitud.