La Aventura del Trekking de Alex en el Mt. Rinjani: Una Prueba de Resistencia y Asombro

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Inspired?

Alex, la vibrante bloguera de viajes detrás de Alex in Wanderland, no es ajena a desafiar sus límites. Desde hacer submarinismo en aguas exóticas hasta documentar sus viajes en lugares remotos, ha construido su vida en torno a la exploración. Sin embargo, su reciente trekking en el Mt. Rinjani, el volcán sagrado de Indonesia, llevó su resistencia física y mental a nuevas alturas, creando una historia que vale la pena contar… y recordar.

Llegada y los Primeros Pasos

El día comenzó con un caótico trayecto en ferry desde Gili Trawangan hasta Lombok, seguido de un accidentado viaje en carro tirado por caballos hasta el punto de inicio del sendero. A pesar de haber comenzado temprano, el grupo de Alex—formado por Anders, dos amigos y parejas de España e Italia—no comenzó la caminata hasta bien entrada la mañana debido a los retrasos logísticos habituales que los viajeros experimentados del sudeste asiático ya conocen.

El trekking comenzó con un ascenso constante a través de exuberantes selvas tropicales, donde los árboles gigantes ofrecían sombra, pero no lograban mitigar la humedad sofocante. El sendero estaba lleno de energía; los porteadores pasaban rápidamente con cargas pesadas equilibradas en palos de bambú, sus chanclas golpeando el suelo mientras subían sin esfuerzo.

Entre Las Nubes

A medida que el grupo subía, la selva tropical dio paso a un bosque de nubes místico. La visibilidad disminuyó cuando la niebla se deslizaba, y Alex a menudo perdía de vista a Anders, quien estaba solo unos pocos pasos adelante. El sendero, aunque empinado, era manejable, pero cada paso hacia arriba traía consigo la promesa de aire más delgado y músculos doloridos.

El almuerzo llegó como un alivio. Cuando Alex llegó al claro, los porteadores ya habían montado una cocina improvisada y preparado platos humeantes de arroz frito. Ella se maravilló de su eficiencia, su capacidad para transformar un simple pedazo de tierra en una bulliciosa cocina en cuestión de minutos. Sus propios bocadillos—un montón de pan de plátano y anacardos—se convirtieron en valiosos impulsores de energía para el camino que quedaba por recorrer.

Llegando al Crater Rim

El último empujón del día fue el más extenuante. El sendero se hizo más empinado, y el bosque sombreado dio paso a la sabana abierta, exponiendo al grupo al sol abrasante. Justo cuando Alex pensó que sus piernas no aguantarían más, el sendero rompió las nubes, revelando un panorama impresionante. Adelante se encontraba el borde del cráter, su campamento para la noche.

A medida que el sol se ponía en el horizonte, Alex se encontraba a 2,640 metros sobre el nivel del mar, mirando hacia abajo a la vasta extensión turquesa del Segara Anak, el lago del cráter, y el pequeño cono volcánico del Mt. Barujari que se alzaba desde su centro. Más allá, podía ver las Islas Gili y el Mt. Agung de Bali a lo lejos. La belleza absoluta de la vista hizo que se desvaneciera el cansancio del día, aunque solo fuera por un momento.

El Frío Cortante de la Noche


Acampar en el Mt. Rinjani fue tanto mágico como desafiante. Aunque Alex se sorprendió gratamente por la calidad de las tiendas y los colchones, las temperaturas bajo cero fueron un shock. Envuelta en todas las capas que había traído, se acurrucó en su tienda, agradecida por la chaqueta de alquiler que había insistido en negociar dentro del paquete de trekking. La noche trajo una mezcla de asombro y ansiedad: despertada por el ocasional susurro del viento, Alex a menudo soñaba con tropezar demasiado cerca del borde del cráter en la oscuridad.

Descendiendo al Lago Cratérico

A la mañana siguiente, después de un desayuno sencillo de tostadas y panqueques, el grupo comenzó el descenso al cráter. El terreno empinado y suelto exigía precisión, y cada paso era una cuidadosa negociación con la gravedad. Después de dos horas de esfuerzo que exigieron mucho de sus rodillas, llegaron al Segara Anak, el lago enclavado dentro del cráter del Rinjani.

El lago fue un bálsamo para sus cuerpos cansados. Alex sumergió sus pies en las frescas aguas, dejando que la tranquilidad que la rodeaba la envolviera. Pero la naturaleza tenía más sorpresas reservadas; mientras el grupo se relajaba, una densa niebla se deslizó, transformando el paisaje en una escena surrealista, casi onírica.

Aguas Termales y Caos de Monos

Las aguas termales cercanas brindaron una bienvenida oportunidad para lavar la suciedad del sendero. Las aguas cálidas y sulfurosas fueron un regalo después de horas de caminata. Alex no pudo evitar maravillarse de cómo las maravillas geotérmicas de Indonesia le recordaban a los paisajes volcánicos de Islandia, una comparación sorprendente que no dejó de hacer.

Sin embargo, la tranquilidad no duró mucho, ya que unos monos traviesos comenzaron a rodear al grupo, atraídos por el olor de la comida. Aunque Alex adoraba sus travesuras, mantenía un ojo vigilante sobre su cámara, sin querer que se convirtiera en una víctima de su curiosidad.

El Último Ascenso

Después de un almuerzo junto al lago, el grupo se enfrentó a su mayor desafío: el ascenso de regreso al borde opuesto del cráter. Este tramo, marcado por interminables zigzagueos y suelto gravel volcánico, puso a prueba los límites de Alex. Con cada paso, luchaba contra la tentación de detenerse, confiando en la música de su teléfono para bloquear el dolor físico y mental. Cuando finalmente llegó al borde del cráter, estaba agotada, pero llena de orgullo.

Una Noche Bajo las Estrellas

El segundo campamento, situado al pie del sendero hacia la cima, bullía de anticipación. Otros excursionistas se reunieron, intercambiando historias y motivándose para el empuje hacia la cima antes del amanecer al día siguiente. Exhausta pero emocionada, Alex se acomodó en su tienda, con la mente llena de dudas sobre la ardua subida que les esperaba.

Una Aventura para Recordar

Para Alex, el trekking en el Mt. Rinjani fue una de sus experiencias más desafiantes y gratificantes. El Crater Rim Trek la llevó más allá de su zona de confort, poniendo a prueba su resistencia mientras le ofrecía algunas de las vistas más impresionantes que jamás había visto. Fue un viaje de extremos: calor abrasante y noches frías, esfuerzo físico y triunfo emocional, paisajes serenos y momentos caóticos. Sin embargo, mientras Alex reflexionaba sobre su tiempo en la montaña, sabía que era una aventura que llevaría consigo para siempre: un recordatorio de su resiliencia y su amor incondicional por la belleza salvaje del mundo.