El Monte Rinjani, con sus majestuosas cumbres y vistas imponentes, ha sido durante mucho tiempo un desafío mencionado en círculos de trekking como una experiencia que vale la pena enfrentar. Para Michelle, la aventurera detrás del blog Full Time Explorer, decidir emprender el trekking de 3 días y 2 noches al lago y la cumbre fue una mezcla de curiosidad y determinación. Su viaje no solo se trató de alcanzar la cima, sino de un profundo descubrimiento personal y de apreciar la belleza pura de la naturaleza.
Esta es la historia de Michelle, un relato de perseverancia, camaradería y paisajes impresionantes.
Día 1: Los primeros pasos
El viaje de Michelle comenzó de manera caótica. Llegó tarde en la noche y enfrentó un llamado temprano al amanecer, encontrándose en la parte trasera de un camión con el viento acariciando su rostro mientras recorría caminos serpenteantes. El agotamiento de una noche sin dormir se desvaneció bajo el calor del sol y la anticipación de la aventura por venir.
Su grupo, que incluía a una amigable pareja francesa, se reunió en el punto de registro del parque. Con las colinas ondulantes del primer tramo frente a ellos, el trekking comenzó de manera tranquila. Michelle quedó cautivada por la silueta del Monte Rinjani en la distancia, un impresionante preludio de los desafíos que la esperaban.
El ascenso comienza: De Posición I a Posición III
La fase inicial de la caminata estuvo marcada por la camaradería y las paradas para descansar. En la Posición I, Michelle conoció a otros excursionistas, incluidos rostros familiares de su vuelo. Un momento humorístico en el “baño” unió al grupo, mientras los porteadores trabajaban incansablemente para preparar un banquete, una experiencia inesperadamente gourmet a esa altitud.
A medida que la subida se volvía más empinada hacia la Posición II, las realidades de escalar el Monte Rinjani se hicieron evidentes. Michelle se maravilló con los porteadores, quienes ascendían con cargas pesadas equilibradas en postes de bambú mientras escuchaban música en altavoces portátiles. Su mezcla de canciones tradicionales indonesias y éxitos pop añadía una banda sonora surrealista al recorrido. Para cuando llegaron a la Posición III, el cansancio comenzaba a hacer mella. La inclinación constante ponía a prueba cada músculo, pero Michelle permaneció enfocada, encontrando fuerza en el ritmo de cada paso.
Campamento en el borde del cráter: Una habitación con vistas
Llegar al borde del cráter fue un triunfo. Las aguas turquesas del lago Segara Anak brillaban abajo, enmarcadas por nubes que parecían bailar alrededor de las cumbres. Michelle se tomó un momento para disfrutar de la vista, intercambiando sonrisas con otros excursionistas que también habían superado los desafíos del día.
Su tienda ya la esperaba, instalada por los porteadores. El saco de dormir y el sentido de logro ofrecían consuelo ante el frío aire nocturno. Cuando el sol se hundió bajo el horizonte, pintando el cielo en tonos de naranja y rosa, Michelle reflexionó sobre la camaradería y la determinación que la habían llevado hasta allí.
Día 2: La cumbre y más allá
El segundo día comenzó en la oscuridad. A las 2 de la madrugada, Michelle partió hacia la cumbre bajo el tenue resplandor de las linternas frontales. El ascenso fue agotador, una empinada subida a través de ceniza volcánica que convertía cada paso en una batalla. Su cuerpo protestaba, pero su guía, Adi, la motivaba a seguir adelante. Ofrecía palabras de aliento e incluso llevó su mochila por un tramo cuando sus fuerzas flaquearon. Horas después, Michelle se encontraba en la cumbre, con el sol saliendo para revelar un panorama que hacía que cada paso agotador valiera la pena. Estaba abrumada por la belleza: las cumbres escarpadas, la vasta caldera y la sensación de estar en la cima del mundo. El descenso no fue menos desafiante, con grava suelta que creaba una sensación que Michelle llamó “patinaje volcánico”. Deslizándose por las pendientes cubiertas de ceniza, se maravillaba con los paisajes que no había visto en la oscuridad del ascenso.
El lago y las aguas termales
De regreso al borde del cráter, Michelle disfrutó de un abundante desayuno antes de comenzar el descenso hacia el lago. El sendero era rocoso pero manejable, y la promesa de las aguas termales la motivó a continuar. En la orilla del lago, sumergió sus piernas doloridas en las cálidas aguas ricas en minerales, sintiendo cómo el cansancio se desvanecía.
El almuerzo junto al lago fue un breve respiro antes de que la caminata se reanudara. El tramo cuesta arriba hacia el siguiente campamento fue agotador, especialmente con un músculo desgarrado que añadía a las dificultades de Michelle. El apoyo inquebrantable de Adi y la determinación de Michelle la llevaron adelante, paso a paso, a pesar del dolor.
Día 3: El descenso final
El último día del trekking fue un largo descenso a través de arena resbaladiza y densos bosques. Michelle inicialmente luchó, pero pronto encontró su ritmo, navegando el sendero con confianza. La soledad del bosque le permitió reflexionar sobre la experiencia, los desafíos que había superado y la pura maravilla del Monte Rinjani.
Cuando finalmente llegó a la salida del parque, Michelle estaba agotada pero exultante. Había superado sus límites, sido testigo de algunos de los paisajes más increíbles de su vida y formado lazos con compañeros excursionistas que compartieron la aventura.
Un Viaje para Recordar
Para Michelle, escalar el Monte Rinjani fue más que una caminata: fue un viaje de resiliencia, descubrimiento y asombro. Los desafíos la pusieron a prueba física y emocionalmente, pero las recompensas fueron incomparables. Desde la camaradería en el borde del cráter hasta la serenidad del lago, cada momento fue un recordatorio de por qué abrazaba la impredecible belleza de los viajes.
Su historia sirve de inspiración para cualquiera que considere escalar el Monte Rinjani. Con preparación, determinación y disposición para aceptar la incomodidad, el trekking de 3 días y 2 noches a la cumbre y el lago no solo ofrece vistas, sino una experiencia transformadora.